Presentación de la sometida Chriss x Cullotenoir 3

- Paco, ponme Chopin : Piano Concerto No. 2 in F minor, II. Larghetto y apaga ese disco de jazz -dijo soberbiamente Cullotenoir.

Caso omiso, Paco cambió el disco y dejó sonar el tercer track donde se percibía la apertura de la pieza refererida. Mientras eso pasaba noté sus manos sobre mi cadera y, repentinamente, su mano derecha se estancó en mi espalda y arrancó, de un tirón, mi vestido.

-No te hará falta. Ya te comprarás otra, ¿verdad?

Temblorosa asentí y me ví posada en el sofá solamente con mi culotte y las medias, desnuda y al natural. Consiguientemente su mano que había arrancado el vestido se deslizó por mi espalda y noté la presencia de su miembro subir y bajar entre mis nalgas desnudas. Respiraba ponderosa, lánguidamente mientras sonaba la música de Chopin y los invitados mantenían una postura inquieta, asustada ante lo que acontecía en el sofá principal de la estancia.

Embriagados contemplaban cómo Cullotenoir posaba su rostro sobre mi nuca, después mi rostro. Cómo buscaba mis labios y sus manos recorrían todo el torso, se posaban sobre mis hombros, volvían a escurrirse hasta mis caderas. Suspiraba, alzaba la vista nublaba, parecía susurrar un asentimiento al cielo y cogía su miembro con la mano derecha para ubicar su poderío frente a mi agujero. Lo noté entrar de golpe. Mis cejas arqueaban, me nublaba la vista y solté un dolor que pronto enmudeció. Estaba dentro de mí.

- Ahora, Chriss, ahora -dijo secamente.

Entonces comenzó a moverse y noté su miembro dentro de mí subir y bajar lentamente. Para ese entonces sonaba una pieza de Prokofiev y la sala seguía asombrada por lo que veía. Cómo sus manos se posaban sobre mis caderas t su miembro jugueteaba en mi interior.

- Qué afortunada eres, Chris -dijo alguien del público. Otra pareja se sonrojaba y reía en la oscuridad, solamente alumbrada tibiamente por las velas porque el resto era oscuridad.

-Sí...-susurraba Cullotenoir - Ahora te siento, por fin. Uff, qué culo tienes tan apretado, Chriss - decía y pese a que había espectadores pensaba que me hablaba en la mera intimidad.

Yo estaba como pasmada, absorta en un estado de catarsis. ¿De verdad está pasando? ¿Me está follando?

Noté dos, hasta tres continuadas y fuertes pasmadas de su mano sobre mis nalgas mientras seguía perforándome.
Aumentó el ritmo y quería gemir pero conocía sus instrucciones: silencio. Estocados gemidos, apenas permisibles, dejaba de mí.

Su miembro llegó a salir del todo y a volver a inducirse en mí notando un dulce dolor, como la espera del placer que notaba en mí. Parecía drogada de placer con tus cada vez mayores estocadas. Parecía que buscaba perforar aún más del límite. Y sus gemidos me placían hasta notar su mano izquierda acariciarme mi miembro erecto.

- Te gusta, ¿verdad? Joder, Chriss, como me pones- decía mi hombre.

Comenzó a follarme ya sin límites, haciéndome hundir en el sofá, gemir pese a sus nalgadas, imposible de resistir al placer que recibía de él. El silencio se hizo omnipresente cuando Paco apagó el equipo musical y, en la oscuridad, entre las velas, se percibía el sonido de sus huevos chocar contra mis nalgas de manera imperiosa. Su aliento era un tour de forcé ,el mío igual de incontrolable. Hasta que en un momento dado, ambos exitados hasta el salvaje ímprobo del acto, sació su sed soltando todo su semen dentro de mí. Me abrazó sin inquietar nuestras posturas y me susurró al oído: Límpialo, Chris. Entonces, cuando se distanciaba, me volqué hacia él y caí al suelo. Apenas me pude contener pero busqué su miembro para limpiarlo sin dejar nada al azar. Me veía cómo le limpiaba su miembro a lametazos y, casi sonriente, agradecida, le miraba a los ojos. Complacido se apartó y tomó un sorbo de su copa que dejó aparcada sobre la mesa. Se subió los pantalones mientras algún invitado seguía pajeándose entre las sombras y alguna pareja estaba a punto de abandonar el lugar por ponerse a besar y acariciar hasta ser ya extenuante. Vestido, alzó la copa mientras yo seguía exhausta columpiándome entre el suelo y el sofá.

-Caballeros, gracias por venir. El rito se ha cumplido.

Pero la noche no había acabado para mí y Cullotenoir...